Por que la humanidad podría ser única en toda la galaxia

Sabemos que nuestra galaxia, la Vía Láctea, posee entre 200 y 400 mil millones de estrellas. Y sabemos que la mayoría de las estrellas poseen planetas. Dada esa descomunal cantidad de planetas, parece natural esperar que muchos de ellos estén poblados por seres conscientes. A fin de cuentas, ¿por qué debería la Tierra ser única?

Sin embargo, es posible que lo sea. Quien ve con optimismo la posibilidad de que exista vida extraterrestre inteligente está pasando por alto lo que sabemos sobre el origen de nuestra especie. Si estamos hoy aquí es gracias a una larga cadena de coincidencias improbables. Muchas, muchísimas cosas tuvieron que salir bien para llegar a esta situación. De hecho, tan improbable parece esa cadena que existen buenas razones para concluir que, muy probablemente, seamos la única civilización tecnificada de la galaxia. 

El momento cosmologico especial

Cuando nuestro sistema solar se formó, el universo ya tenían algo más de 9 mil millones de años. Tiempo suficiente para que generaciones de estrellas gigantes ya hayan sintetizado los elementos más pesados, necesarios para la vida (como el carbono, el oxígeno, el nitrógeno, el fósforo, etc) y para permitir la formación de planetas rocosos. Sistema solares mas viejos que el Sol no disponen de estos elementos en cantidad suficiente dificultando la existencia de vida.

Una ubicación galactica especial

Nuestro emplazamiento en la galaxia, a unos 27 mil años luz del centro galáctico, nos ubica en la zona habitable de la galaxia. Esta zona, que se estima que se extiende dentro del rango de 23 a 30 mil años luz del centro, contiene solo un 5% de la estrellas de la galaxia, es decir, entre 10 y 20 mil millones de estrellas. Dentro de la zona habitable la distancia al lo centro galáctico es lo suficientemente cercana como para tener una densidad suficiente de estrellas antiguas que poseen los materiales adecuados para la vida y lo suficientemente lejana para evitar las abundantes explosiones de supernovas, emisiones rayos gamma y otras emisiones provenientes del agujero negro súper masivo que allí se encuentra. Estos cataclismos galácticos son altamente peligrosos pues pueden esterilizar todo tipo de vida. 

Un sistema planetario especial

2 décadas de investigación en exoplanetas nos han mostrado que la mayoría de los sistemas planetarios son bien distintos al nuestro. Para empezar nuestra estrella madre es de un tipo especial, lo suficientemente grande y caliente para sostener sistemas planetarios con zonas habitables amplias y lo suficientemente pequeño y frio para que pueda existir establemente durante miles de millones de años, tiempo suficiente para que la vida pueda desarrollarse. Solo el 10% de las estrellas reúnen estas condiciones. Por otro lado no es habitual que los planetas adopten una disposición ordenada en órbitas casi circulares, una configuración que proporciona estabilidad a largo plazo. La mayoría de sistemas planetarios son caóticos, carentes de la tranquilidad que ha permitido que la vida evolucione en la Tierra.

Un planeta especial

La Tierra se encuentra dentro de lo que se llama la zona habitable de nuestro sistema solar, esto es, dentro del rango de distancia al Sol adecuado para que la temperatura superficial permita la existencia se agua líquida, indispensable para la existencia de la vida tal como las conocemos. Y posee agua cantidad suficiente. Posee además una corteza delgada y móvil, en la que la actividad tectónica transporta materiales a la superficie por medio del vulcanismo, para que nuestra raza pueda extraerlos y usarlos como materia prima para nuestras creaciones tecnológicas. La tectónica de placas también trae nutrientes a la superficie y va reponiendo los que agotan las células que viven en ella, un proceso que además resulta esencial para reciclar el carbono y estabilizar la temperatura a largo plazo. La Tierra también cuenta con un gran núcleo de hierro, que, unido a su rápida rotación, produce un intenso campo magnético que nos protege de la peligrosa radiación cósmica. Sin esta pantalla, la atmósfera probablemente iría desapareciendo.

Adicionalmente la Tierra posee un enorme satélite natural que se cree que se formó como un desprendimiento se la Tierra producto del choque de 2 proto planetas. El material metálico de ambos proto planetas se asentó en el centro de la Tierra y gran parte de la roca, más ligera, salió despedida y se convirtió en la Luna, dejando a la Tierra con una corteza mucho más delgada. Además, la compañía de un satélite tan grande como la Luna también ha servido para estabilizar el eje de rotación de nuestro planeta, cosa que no ha ocurrido en Marte por ejemplo. 

Es imposible saber con qué frecuencia ocurren esos impactos que dan lugar a sistemas dobles como la Tierra y la Luna. Pero está claro que no son corrientes, y sin nuestro satélite probablemente no estaríamos aquí.

Una vida especial

La vida en la Tierra surgió con una rapidez casi indecente. Se han encontrado restos fósiles de organismos unicelulares en rocas de 3700 millones de años; es decir, solo unos 800 millones de años después de que se formara la Tierra. En principio, esto parecería sugerir que la vida no es un fenómeno muy improbable. Sin embargo, todo estadista sabe los riegos de inferir probabilidades en base a una única muestra. 

Por otro lado, esta tipo de vida simple llamada procariotas (que incluyen a las arqueas y a las bacterias), permaneció así durante más de 2 mil millones de años hasta que un hecho fortuito altamente improbable ocurrió: una arquea engulló a una bacteria pero no la digirió como había sucedido infinidad de veces antes. La bacteria pasó a residir en la nueva célula, la primera eucariota, y evolucionó para llevar a cabo tareas específicas en su interior, permitiendo que el resto de la anfitriona se desarrollara sin preocuparse de dónde obtenía su energía. Luego la célula repitió la jugada y se convirtió en algo más complejo. El hecho de que hicieran falta más de 2 mil millones de años de evolución para que eso ocurriera nos da una idea de lo improbables que debieron ser esas uniones de células.

Pero es que, incluso después, tampoco sucedió demasiado durante otros mil millones de años. Las primeras eucariotas no eran más que criaturas planas de cuerpo blando. La proliferación de formas de vida pluricelulares que condujo a la variedad de vida que hoy puebla la Tierra comenzó hace casi 550 millones de años, en un estallido de vida conocido como la explosión cámbrica. Pero nadie sabe por qué sucedió ni cuán probable es que ocurra en otro lugar. En última instancia, fue esa erupción de vida la que produjo una especie capaz de desarrollar tecnología y de preguntarse de dónde viene.

Una especie especial

Evolucionar de una especie primitiva a otra avanzada tampoco fue fácil. La genética ha demostrado quien descendemos de una pequeña población de humanos, posiblemente los supervivientes de una o varias catástrofes. Hace poco más de 150 mil años, la población humana se redujo a apenas unos pocos miles (o tal vez menos!) y hace unos 70 mil años, toda la población humana se desplomó hasta aproximadamente unos mil individuos. Que nuestra especie sobreviviera, floreciera hasta convertirse en una sociedad tecnificada actual no parece ser un hecho muy probable.

Cadena de coincidencias

¿Qué podemos concluir? ¿Es probable que exista vida en algún otro lugar de la galaxia? Es muy probable que sí, dada la increíble vastedad de la galaxia y la velocidad con la que apareció en la Tierra. ¿Es probable que exista otra civilización tecnificada? Muy probablemente no, dada la cadena de circunstancias que condujo a nuestra existencia. 

Estas consideraciones parecen indicar que podríamos ser únicos en toda la galaxia. Y si nuestro planeta es tan especial, resulta aún más importante conservarlo para nosotros, nuestros descendientes y todas las criaturas que moran en él.